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Bootes (díptico), 2006. Óleo sobre madera. 110 x 80 x 7 cm. c/u. Pieza única.

Cignus, 2006. Óleo sobre lienzo. 260 x 200 x 2 cm. Pieza única.

Cetus (díptico), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 200 x 200 x 7 cm. y 50 x 59 x 7 cm. Pieza única.

Cetus (detalle), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 200 x 200 x 7 cm. Pieza única.

Cetus (detalle), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 50 x 59 x 7 cm. Pieza única.

Markab (díptico), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 200 x 200 x 7 cm. y 50 x 59 x 7 cm. Pieza única.

Markab (detalle), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 200 x 200 x 7 cm. Pieza única.

Markab (detalle), 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 50 x 59 x 7 cm. Pieza única.

Auriga (tríptico), 2006. Óleo y pigmento sobre lienzo y madera. 200 x 300 x 5 cm. c/u. Pieza única.

Hydra, 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 210 x 180 x 7 cm. Pieza única.

Serpens, 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 210 x 180 x 7 cm. Pieza única.

Draco, 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 210 x 180 x 7 cm. Pieza única.

Lyra, 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 210 x 180 x 7 cm. Pieza única.

Capella, 2006. Acrílico sobre papel / óleo sobre lienzo. 180 x 127'5 x 6 cm. Pieza única.

Vega, 2006. Acrílico sobre papel / óleo sobre lienzo. 180 x 127'5 x 6 cm. Pieza única.
 

Arcane, 2005. Acrílico sobre papel / óleo sobre lienzo. 180 x 127'5 x 6 cm. Pieza única.

Algenib, 2006. Óleo sobre lienzo y madera. 260 x 200 x 3 cm. Pieza única.

Castor (díptico), 2006. Óleo sobre madera. 110 x 80 x 7 cm. c/u. Pieza única.

Rosa Brun
20 Abril - 1 junio, 2006

La esencialización de la materia y sus formas son parte del discurso interno de la obra, que sucede entre la estructura, el timbre plástico justo de los materiales, sus diferentes configuraciones y conexiones significativas.

Tomo decisiones directas dejándome llevar por el deseo y la intuición de lo que percibo, la visión táctil indaga en aspectos donde el límite de la mirada y su azarosa búsqueda cuestionan la realidad de lo visible, para abarcar lo que no lo es.

La superficie de la obra recoge la energía de la acción directa, temporal, lo que sucede en el momento, su tensión espacial que sobrepasa el tratamiento bidimensional en el cuadro, y que se lo da al objeto.

La expansión del movimiento del límite, en los bordes que prosiguen, en las líneas sin fin, en su inabarcable visión, en su hermético simbolismo, planteado en secuencias donde la reducción es sinónimo de expansión, donde lo periférico o lateral adquiere visibilidad, tiene lugar en la indagación más intensa en torno al formato del cuadro que acaba teniendo una verticalidad escultórica, sin perder la referencia a la visión frontal y a la ocultación del envés.

La politonalidad, su complejidad remite al sentimiento de lo sublime. La supremacía de la sensación pura, del no-objeto, aquello que surge para trascender la razón.

Con el peso y el volumen de la obra, aparece una sensación de ligereza, levedad, como pérdida de peso de lo real, donde el silencio, el vacío, la emoción la acompañan en su sustancialidad. Las obras son producto de una acción donde dialogan el azar y el cálculo.

La relación corporal con la obra nos da referencias distintas sobre nuestra percepción de lo que creemos conocer, atisbando diferentes posibilidades que sobre la realidad de las cosas tenemos. Detenerse, parar, para establecer un punto de encuentro en la contemplación de la inmensidad que nos ocupa, exige un recorrido interno, un dialogar con lo que se percibe.