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Cabeza, 2002. Cibachrome. 124 x 135 cm. Edición de 3.

Corazón, 2002. Cibachrome. 124 x 135 cm. Edición de 3.

Info-Box, 2002. Cibachrome. 124 x 135 cm. Edición de 3.

Cabeza, Corazón, Info-Box, 2002. Cibachrome. 124 x 135 cm. c/u. Edición de 3.

De Korte (díptico), 2002. Cibachrome. 100 x 142 cm. y 156 x 100 cm. Edición de 3.

Pista I, 2002. Cibachrome. 70 x 100 cm. Edición de 3.

Pista II, 2002. Cibachrome. 70 x 100 cm. Edición de 3.

Instante cruce, 2002. Vídeo proyección. 20'. Edición de 3.

Juan Carlos Robles
Info-Box
12 Septiembre - 24 octubre, 2002

Juan Carlos Robles en Info-Box recoge con su cámara las imágenes que mejor pueden representar la esencia de la sociedad actual: el movimiento. Registra escenarios de lo fugaz y transitorio del mundo de hoy, aquellos que Marc Augè denominó como no-lugares, espacios del anonimato y del encuentro fortuito.

Su crítica radical de la ciudad moderna concebida sobre un patrón telemático se hace visible en esta exposición a través de instantáneas de lo cotidiano que quedan extrañadas al plegarse sobre ellas mismas. A modo de espejo devuelve a la ciudad su propia imagen. Transeúntes aguardan la señal verde de un semáforo frente a la construcción efímera, que documenta los cambios en la ciudad de Berlín. Ciudadanos enmarcados en un entramado eléctrico del que la Info-Box parece formar parte (Info-Box, Cabeza, Corazón, 2002).

En estas imágenes se establece una dialéctica entre los elementos que conforman el ecosistema urbano y el ciudadano, entre una estructura de ritmos medidos y la dificultad de acceder a lo Uno. Robles hace visible la relación entre el poder y la tecnología, entre velocidad control y comunicación, pero aquí sus metáforas no son tangibles (cruce de almas, distancia-inserción, voyeurismo-impetu, identidad) permanecen introvertidas y abandonadas, desdobladas en si mismas, negando su propia representación, suspendidas en  el espacio y en el tiempo.

Recurriendo a una "cinética encontrada", el pulso marcado por un semáforo, en Instante, 2002, Robles graba el fluir de peatones en una secuencia temporal, 20 minutos sin corte alguno en su edición y nos lo devuelve simultáneamente en sentido inverso. La huida premeditada en el trabajo videográfico de Robles de una narrativa lineal que conduzca el relato hacia un ineludible final, sitúa al ciudadano en el vértice álgido de su existencia, dotándole de una dignidad heroica.

En su relato fílmico existimos en el instante que cruza desde el pasado hacia un futuro, por otra parte sin grandes sorpresas. Suspendidos en el instante, quizás como apunta la serie de Testigos 2002, por una falta de perspectiva histórica en el momento crucial de la cultura que al que estamos asistiendo.